miércoles, 2 de julio de 2014

Ser entrenador es difícil

Estamos en temporada de mundial de fútbol, la gente vibra alienta a sus selecciones, algunos como nosotros los peruanos que no tenemos el placer de ver a nuestra selección desde aquél España 82, nos tenemos que conformar con alentar a alguna de nuestra agrado, en mi caso siempre ha sido Argentina, ahora también le voy a España, país en donde radico ya varios años, y en cada partido pues tengo mis preferencias, en fin, en las redes sociales aparecen los comentaristas y analistas deportivos, también los que van narrando el minuto a minuto, y los memes, ahora muy famosos.
Sin embargo en los equipos de fútbol hay una persona muy importante y que no se le da la relevancia que merece, aquél que cuando gana el equipo aparece entre sombras y cuando pierde tiene que estar al frente y aguantar los disparos, quien tiene que aguantar a las masas pidiendo su cabeza, el entrenador.
Ya en este mundial un Del Bosque que ha conseguido tantos logros con la selección española ahora es prácticamente enemigo público y otro como es Pinto, que tras ganar después de 18 años un campeonato para alianza era el mejor, pero luego empezó a perder y salió por la puerta de atrás, ahora triunfa con Costa Rica y aquellos que lo pifiaron sacan pecho y dicen el entrenó a mi equipo, así es la vida del entrenador un día en la gloria y otro en el infierno
Aunque no lo crean yo también he sido entrenador, así es, y es lo que les contaré en este relato. Fue a comienzos de este siglo cuando sucedió, mi amigo Carlos y yo practicábamos fútbol y entrenábamos en Campo Mar U (complejo deportivo en la playa del club Universitario de Deportes de Lima) e incluso con la autorización del cuerpo técnico llegamos a entrenar con el filial de la "U", el América de Cochahuay, tanto Carlos como yo teníamos experiencia entrenando en otros equipos menos exigentes, pero acá aprendimos mas cosas.
Pasó dicha temporada y Carlos me llamó y me dijo que una amiga le había pedido que entrenara a su equipo, mi amigo al escuchar equipo de mujeres aceptó inmediatamente, pero le faltaba un compañero en esta aventura, ese sería yo.
En Lima existe el Instituto Nacional Pedagógico muy conocido, en plena Panamericana Sur, ahí todos los años se realizaban unas "olimpiadas" y entre los deportes estaba el fútbol 7, así que entrenaríamos a las chicas de educación inicial.
Cuando llegué y me presentó al grupo, un par de ellas comentaron algo por lo bajo y sonrieron, yo no sabía de que se trataba, pero esas caras me parecían conocidas; y es que hacía un par de semanas había estado en la fiesta de cachimbos (recién ingresados al instituto) de mi amigo Fernando, el buitro, y estaba casi seguro que una de ellas era la chica con la que bailé un par de canciones y se tuvo que ir de prisa, pero yo no me atrevía a preguntárselo.
El primer día fue un arduo entrenamiento, nuevo para ellas, con ejercicios específicos y explicando, esta vez en pizarra, la táctica que usaríamos, algunas ya no querían seguir, pero comprendieron que si querían llevarse el oro tenían que esforzarse.
Tras el entrenamiento se me acercaron las dos chicas y me dijo una : "te acuerdas de ella?, es Lourdes", y yo tragando saliva, sonreí y serenamente dije el clásico : "ya me parecías conocida!, de la fiesta de cachimbos no?", haciéndome el desentendido, claro que por dentro decía por supuesto que me acuerdo de ti.
Llegó el día de las olimpiadas, y nuestra sorpresa fue ver que en el equipo de primaria había un conocido nuestro, su entrenador era un gran amigo, Luchito Rivera, por lo visto había estado entrenando al equipo de su hermana, el también es un conocedor del fútbol, los entrenamientos y tácticas, pero no sabíamos que tal serían sus dirigidas.
Nuestro equipo iba de naranja, no nos auspiciaba Fujimori por si acaso, sino que cada grupo tenía un color. Al salir al campo ya entrábamos ganando, el rival asustado viendo como calentaba nuestro equipo, parecían unas profesionales.
Fuimos venciendo a las rivales que iban poniéndose al frente, por otro lado Luchito, cigarrillo en mano, iba viendo como jugábamos, y él y sus chicas también avanzaban.
Llegó la final, sí, habíamos llegado a la final, tras cuatro partidos en donde aplastamos a nuestros rivales el oro estaba a un paso; por el otro lado el equipo de nuestro amigo, el eterno rival, las chicas de primaria, un partido muy intenso con patadas por encima de la cintura, codazos e incluso conatos de bronca, terminó el partido empatado y tenía que haber un ganador, así que nos fuimos a la tanda de los penales. Nuestra portera una niña muy simpática aunque a Carlitos le parecía un poco engreída, la presión la estaba matando, hablamos con ella y entre lágrimas se puso en la portería, como dicen algunos los penales es una lotería y esta vez nos tocó perder.
Luchito por un lado manteado y la gente coreando su nombre, y por otro lado Carlos y yo, solos sin que nadie nos agradezca haber llegado a la final.
Así es ser entrenador, si triunfas corean tu nombre y si pierdes te quedas sólo, bueno casi solo porque los buenos amigos siempre estarán a tu lado.
Ah, la chica que antes mencioné tenía enamorado, seis años juntos, pero la acompañé a su casa tras el partido y sorpresivamente me dio un beso, ahí acabó esa historia.